Bautismo de infantes

A menudo nos preguntan por qué la Iglesia bautiza a los niños pequeños… la pregunta, que a veces parece más un reproche o una reprimenda, pierde de perspectiva lo que es el bautismo y lo que es la Iglesia… y se alimenta de la falsa percepción de que todas las religiones son iguales… así que si da lo mismo una que otra, que el niño elija más tarde…

El bautismo es el sacramento por el cual pasamos de ser criaturas a ser hijos de Dios… como católicos, creemos que Jesucristo y la Iglesia son una misma realidad… Él es la cabeza y nosotros el cuerpo… así que el bautismo, al hacernos miembros de la Iglesia, nos injerta en Cristo, recibiendo sus gracias… si entendemos esto, ¿cómo podría un padre privar a su hijo de tan maravilloso regalo…?

Hace unos días, el Santo Padre hablaba sobre el bautismo en una lectio divina ofrecida en Roma… al final de su exposición abordó el tema del bautismo de infantes… me ha gustado mucho la forma que lo explica, así que aquí se las comparto…

«¿Podemos nosotros imponer a un niño qué religión quiere vivir, o no? ¿No debemos dejar a ese niño la decisión?». Estas preguntas muestran que ya no vemos en la fe cristiana la vida nueva, la verdadera vida, sino que vemos una opción entre otras, incluso un peso que no se debería imponer sin haber obtenido el asentimiento del sujeto. La realidad es diversa.

La vida misma se nos da sin que podamos nosotros elegir si queremos vivir o no; a nadie se le puede preguntar: «¿quieres nacer, o no?». La vida misma se nos da necesariamente sin consentimiento previo; se nos da así y no podemos decidir antes «sí o no, quiero vivir o no». Y, en realidad, la verdadera pregunta es: «¿Es justo dar vida en este mundo sin haber obtenido el consentimiento: quieres vivir o no? ¿Se puede realmente anticipar la vida, dar la vida sin que el sujeto haya tenido la posibilidad de decidir?». Yo diría: sólo es posible y es justo si, con la vida, podemos dar también la garantía de que la vida, con todos los problemas del mundo, es buena, que es un bien vivir, que hay una garantía de que esta vida es buena, que está protegida por Dios y que es un verdadero don. Sólo la anticipación del sentido justifica la anticipación de la vida. Por eso, el Bautismo como garantía del bien de Dios, como anticipación del sentido, del «sí» de Dios que protege esta vida, justifica también la anticipación de la vida.

Por lo tanto, el Bautismo de los niños no va contra la libertad; y es necesario darlo, para justificar también el don —de lo contrario discutible— de la vida. Sólo la vida que está en las manos de Dios, en las manos de Cristo, inmersa en el nombre del Dios trinitario, es ciertamente un bien que se puede dar sin escrúpulos. Y así demos gracias a Dios porque nos ha dado este don, que se nos ha dado a sí mismo. Y nuestro desafío es vivir este don, vivir realmente, en un camino post-bautismal, tanto las renuncias como el «sí», y vivir siempre en el gran «sí» de Dios, y así vivir bien. Gracias.

La lectio divina se puede leer completa aquí →

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