El camino de Cuaresma 16

tira algo hoy,
deshazte de eso que te aleja de Dios

Es bueno hacer limpieza. Más que bueno es necesario. ¡Si vieras la cantidad de cosas que acumula alguna gente! Fíjate, mientras más cosas acumulas, menos espacio te queda libre para cosas nuevas… especialmente esas cosas que son verdaderamente importantes y que tienes, porque tienes, porque tienes, porque tienes que hacerle un lugar.

La vida espiritual es igual: tienes que hacer limpieza… y el tiempo de Cuaresma es particularmente propenso para sacar fuera todas esas actitudes y sentimientos que has ido acumulando durante el año —o los años— y que tanto daño te hacen a ti y a quienes te rodean. Además, así haces espacio para todas las gracias y bendiciones que Dios tiene preparadas para darte. Este es tiempo para sacar fuera el orgullo, la soberbia, los egoísmos, los rencores… aprovecha para hacer limpieza en tu alma con una buena confesión.

No te pase como Epulón, el rico que banqueteaba y vestía de púrpura mientras el pobre Lázaro se moría de hambre a su puerta. No se trata de que Epulón fuera malo con él —¡si ni siquiera se había fijado que estaba allí!— pero a veces no basta con no-ser-malo cuando lo que necesita nuestro mundo es que seamos activamente bueno.

Lo que quiero decirte es que aproveches este día y hagas una buena limpieza… ve a confesarte, aquí te comparto una oración para acompañar tu examen de conciencia:

Mirad, oh amado y buen Jesús, un pecador, postrado lleno de confianza a vuestros pies. Mis pecados me llenan de temor y no encuentro otro refugio que vuestro amantísimo Corazón. A la vista de ese divino Corazón, la confianza vuelve otra vez a mi alma. Soy, en verdad, oh Señor, el más ingrato de vuestros hijos, que tan mal ha correspondido a vuestro amor, ofendiéndoos a Vos, que sois mi Padre bondadosísimo. Ya no soy digno de ser llamado hijo vuestro. Pero mi pobre corazón no puede vivir sin Vos. Merezco un juez severo; pero en vez de esto, encuentro un Dios, lleno de ternura y amor, clavado en la cruz, por mi bien, y con los brazos abiertos, dispuesto a recibirme, cual Padre amoroso.

Vuestras cinco llagas son como otras tantas lenguas que me invitan al arrepentimiento y hablan a mi pobre corazón: vuélvete, hijo mío, vuélvete a Mí, arrepiéntete y no dudes de mi amor y de mi perdón.

Acabad, oh dulce Maestro la obra que en vuestra infinita caridad habéis comenzado. Concededme un poco de aquel conocimiento y de aquel dolor que Vos teníais de mis pecados, cuando en el huerto de los Olivos sudasteis sangre a la vista de ellos, y caísteis como muerto sobre vuestro sagrado rostro, para que yo comprenda el peso y la malicia del pecado y conciba un verdadero dolor. Iluminad mi entendimiento para que conozca claramente mis pecados. Fortaleced mi voluntad para aborrecer mis pecados y arrepentirme de todos ellos.

Oh María, Madre de los dolores, ayudadme en esta grande tribulación de mi alma.

Angel de mi guarda, Patronos míos, rogad por mí, para que haga una buena confesión. Así sea.

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