El don más precioso

Hace años recibía desde España una revista “de acción eucarística” que se llamaba El Granito de Arena… pues resulta que revisando unos papeles me encontré con una edición del 2007… la había guardado porque me tocó la enseñanza en uno de sus artículos y pensé compartirlo en el blog… pero el tiempo del Señor no es nuestro tiempo y Él se encargó de esconderla hasta este día…

El don más precioso

Por Francisco Javier Valsera

Desde que Moisés recibió de Dios los Diez Mandamientos y, este, a su vez, se los transmitió al pueblo judío bajo la forma de la Torah –ley escrita–, empezaron a surgir pequeños relatos que intentaban explicar el significado de esta ley de forma adecuada, transmitiéndose de generación en generación.

Con los siglos las explicaciones se hicieron demasiado numerosas para confiarlas solamente a la memoria, por lo que se contempló la necesidad de preservar la ley oral por escrito, y esta necesidad se hizo más perentoria con las matanzas de los eruditos y rabíes acaecidas durante el Imperio Romano.

La gran tarea de recopilar y organizar por escrito estas leyes fue llevada a cabo por el rabí Judá Hanasi, un palestino al que se le conocía como Judá el Príncipe. Esos relatos tienen unos 2,500 años de antigüedad y a esta enciclopedia de la vida se le llamó Talmud. La sabiduría del Talmud es gigantesca y, durante siglos, ha sido la principal fuente para rabinos y eruditos, que dedicaron la mayor parte de su vida a estudiarlo.

Mi intención en este número del Granito no es otra que la de acercar al lector a este elemento cultural que sin lugar a dudad influyó en el ambiente en el que vivió Jesús y que también puede hoy, casi 5.000 años después, enseñarnos algo «útil» a nuestra vida de fe. He aquí la parábola titulada: «El don más precioso» (Fuente Talmúdica: Midrash).

En las tardes de los Shabat, el gran rabí Meir asistía de forma rutinaria a la casa de estudio para ofrecer sus cometarios a una gran multitud de alumnos. Durante una de aquellas sesiones, su esposa Beruría se quedó en casa con sus dos amados hijos. Pero ocurrió una tragedia y los dos niños fallecieron.

La pobre Beruría, a pesar de estar abrumada por el dolor, hizo un esfuerzo por proteger a su esposo. Subió a sus dos hijos al dormitorio, los puso en sus camas y los cubrió con unas sábanas. El resto del día lo pasó sollozando, esperando a que su esposo volviera, tras la puesta del sol.

Cuando el rabí Meir llegó a casa después del culto de la noche, preguntó:

– “¿Por qué no han venido los chicos a la sinagoga?”

Incapaz de reunir fuerzas para contarle a su marido lo que había ocurrido, Beruría le hizo señas al rabí para que se sentara a la mesa, donde esperaba la cena caliente. Beruría pensó que sería mejor esperar hasta Havdalá, la ceremonia con la que concluye el Shabat y se entra en la nueva semana, para contarle a su esposo la terrible tragedia que había caído sobre ellos.

– “Querido esposo” –dijo ella, mirándole profundamente a los ojos–, “eres el más sabio de los sabios, de modo que quizás puedas resolver un difícil problema que tengo.”

– “¿De qué se trata?”, preguntó él.

– “Hace muchos años, se me confiaron unas joyas brillantes y preciosas. El propietario las puso a mi cuidado, sin decirme en ningún momento que realmente las fuera a poseer. Pasaron los años y, aunque sabía que las joyas no me pertenecían, terminé por aferrarme a ellas, sabiendo que el día que tuviera que desprenderme de su compañía sería más doloroso para mí de lo que podría soportar. Y, ahora, su verdadero propietario ha venido a llevárselas. ¿Estoy obligada a renunciar a ellas?”

Desconcertado, el eminente rabí miró a su esposa. Él sabía que ella era una experta en la ley, al igual que él.

– “Amada Beruría” –le dijo al fin–, “sin duda que sabes que hay que devolver las joyas.”

Entonces, Beruría tomó a su marido de la mano y, lentamente, lo llevó al dormitorio. Apartó las sábanas de la cama y, con una voz suave, dijo:

– “Querido esposo, como acabas de decir, toda la sabiduría del mundo nos lleva a declarar que no tenemos derecho a seguir poseyendo lo que le pertenece a otro. No importa cuanto haya podido crecer el cariño por lo que se nos confió” –prosiguió con lágrimas en los ojos–. “Nuestros hermosos hijos eran las joyas preciosas que nos confió Dios, y ahora, como propietario, el Santo ha venido a recuperarlas. Dios reclama que pertenecen al Cielo.”

El rabí Meir y Beruría se abrazaron, lloraron, y aceptaron su trágica pérdida.

Aunque creo que no hay que explicar mucho, no cabe duda que la pérdida de un ser querido es algo muy doloroso para todos. Este matrimonio se nos presenta como un modelo a imitar, por su exhibición de sabiduría y fortaleza en estos momentos tan duros. La esposa intenta proteger del choque emocional a su esposo, para cuando se lo hace saber le ha ayudado a estar más preparado.

La aceptación del hecho de que toda vida pertenece a Dios y sólo a Él, proporciona algo de alivio a aquellos que viven el duelo. Aunque no se puede evitar el tener cierto sentido de posesión por aquellos a los que amamos, el tiempo que pasamos con ellos es sólo un préstamo que se nos confía.

Comentarios

  1. Hola amigo Romualdo, mars, y a todos los a todos los amigos de la página. Hermosa enseñanza. El don más preciado. ¿Y cuál es el don más preciado? “La vida” ¿Y quién es la vida? Dios. Dios es la vida, que le pertenece al mundo. Muchas veces nuestras vidas, pasan desapersividas. ¿Y por qué, desapersividas? Porque no hacemos de nuestras vidas, una enseñanza. Una enseñanza de vida que nos permita, vivir para crecer. Vivir para existir, vivir para estar preparados. Preparados, para la otra vida. ¿Y porque? Porque tenemos miedo. Tenemos miedo porque no hemos alcanzado vivir una vida espiritual plena, completa. Una vida en la que uno, no tiene miedo ya, de morir. Sino de vivir. Vivir para la otra vida. ¿Pero quienes no tienen miedo, de morir? Al contrario quieren morir, para vivir. Morir para vivir una vida plena, gozosa al lado de Dios. Uno diría a simple vista. Los Santos. Y es que los santos personas dignas de admirar que cumplieron su propósito en esta vida. Que sintieron el llamado de Dios. Que aprendieron a conocerlo, buscarlo, sentirlo. A vivirlo en cada acto, en cada manifestación y en cada batalla. Ya sea de dolor, de piedad, de misericordia, de arrepentimiento y de perdón. Perdón que los llevo a culminar su preparación, para dejar cimentado su camino. El camino trazado por Dios. Pero también están las personas simples. Personas que lucharon para hacer de sus vidas, una vida correcta. Caminando de la mano de Dios. En la que agradecieron por la vida que tuvieron, y en las cuales muchas veces se les escuchó decir: Doy gracias a Dios por la vida que me dio. Yo ya goce, ahora puedo irme en paz. Personas que aprendieron a vivir, para morir. Que prepararon su camino. Porque el hecho de agradecer y decir: Puedo irme en paz. Es signo de satisfacción. De meta cumplida. De camino trazado. De vida plena. En el que, el miedo se convierte en amor. Y de que la lucha, no fue en vano. Para ir, al encuentro con Dios. Personas que se van en paz, sabiendo que dejaron plantadas una semilla. Una semillita del amor de Dios, que aunque ellos ya no estén en este mundo, va a seguir creciendo, prosperando y echando fruto. Bendiciones para todos mis amigos.

  2. Claro que el tiempo de Dios no es el mismo que el mio, en el 2003, mi esposo partio al encuento con Dios y, yo por proteger a mis hijos de tal dolor, les dije que él se encontraba durmiento, para más dolor mi niña que en ese entonces tenia recien cumplido los 3 años, a pasar una semana de lo ocurrido me dijo llorando que le despertara a su papá, pues para Ella, él ya tenia mucho tiempo que estaba durmiendo. Cuento esto por que sí, yo, en ese momento hubiera sabido de esto con seguridad que no le habia mentido a mis hijos.
    Gracias por estos momentos que me ponen a pensar y me ayudan a mi crecimiento espiritual.
    Con cariño Rosalba.

    Maria Rosalba
  3. Inspirador y conmovedor. Gracias por compartirlo.

    ~Theo

    TDJ
  4. Conmovedora historia o parábola para enseñarnos algo con tanta profundidad pero que nos causa tanto dolor como la partida de los seres más queridos. Gracias por cada una de las enseñanzas, textos, ejemplos … de este hermoso blog. Paz y amor

    luz marina almarza

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