La alegría del perdón | Quererse a sí mismo 3

La alegría del perdón | Quererse a sí mismo 3

Recuerda que: Dios sana a los que tienen destrozado el corazón y sana sus heridas (Sal 147, 3). Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino un espíritu de fortaleza, y de amor y de buen juicio (2 Tim 1, 7). Y Él te dice: Tú eres a mis ojos de gran precio, de gran estima y yo te amo mucho… No temas, porque yo estoy contigo (Is 43, 4-5). Con amor eterno te he amado (Jer 31, 3). No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5, 36).

Por eso, tú puedes decir con confianza: Sufro, pero no me avergüenzo porque sé de quién me he fiado (2 Tim 1, 12). Confía en Jesús y no temas, porque Él te ama y te dice en cualquier circunstancia de la vida: Yo estaré contigo para salvarte (Jer 1, 19). Yo nunca te dejaré ni te abandonaré. De modo que podemos decir: El Señor es mi ayuda, no temeré, ¿qué podrá hacerme el hombre? (Heb 13, 5-6).

Nunca te rebeles contra Dios por ser así. ¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso dice el vaso al alfarero ¿por qué me has hecho así? (Rom 9, 20). Di más bien: Cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte (2 Co 12, 10). Y todo lo puedo en Él que me fortalece (Fil 4, 13).

Veamos ahora cómo otros han podido superar la falsa autoimagen. Si otros han podido, también tú lo puedes conseguir con la gracia de Dios, aunque no se excluye la ayuda de otras personas. Dice el padre Roberto DeGrandis:

Yo oré por una señora que tenía una imagen pobre de sí misma. En consejería ella compartió que su padre había deseado un niño, cuando ella nació, y se le dio el nombre del niño escogido previamente. Más adelante, su papá la vestía con pantalones jeans como a un niño y la llevaba a hacer todas las tareas con él en la finca. Luego llegó otro bebé: una niña muy bella. Los padres se enamoraron de esta segunda niña y, mientras crecía, le permitieron tomar clases de piano. La primera hija también quería tomar clases de piano, pero se le dijo que no tenían suficiente dinero. Ella era alta y se sentía un tanto torpe.

Su hermana era pequeña, delicada y ágil. Observé que, cuando me compartía su vida no sonreía… Pedimos al Señor que rompiera las cadenas de la falta de valor en su vida, el sentimiento de inferioridad, de rechazo y que le diera el amor de padre que ella no había recibido. El poder del Señor cayó sobre ella. La sanó y comenzó a sonreír. Había un nuevo resplandor en su rostro. Tenía una nueva autoimagen. Se sentía que era alguien, amada por Dios.

Sigue diciendo el padre DeGrandis:

Recuerdo haber aconsejado a una joven esposa, alta y atractiva, pero que tenía una pobre imagen de sí misma. Usaba su cabello colgando sobre los ojos, casi como una cortina. Era como si dijera: “Si me vieras, si realmente me conocieras, no te gustaría, porque no me gusto a mí misma”. ¿Y por qué? ¿Cuál era el motivo de su pobre autoimagen? Había desilusionado a sus padres, quedando embarazada a los quince años y había tenido que casarse. No pudo continuar su educación universitaria. Su joven esposo, se involucró en el ocultismo, las drogas, el sexo… Ella pasó, de tener un estándard social alto, hasta tocar fondo. No hay duda de que su autoconfianza y su autoimagen estaban destrozados. Pero con bastante oración y sanación de sus recuerdos, el Señor comenzó a hacer una bella obra en su vida.


Del libro “La alegría del perdón”, por el Padre Ángel Peña… puede descargar este y otros de sus libros en autorescatolicos.org/angelpena.

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