La mirada de Dios

En estos días, el Santo Padre hizo historia al comunicarse desde el Vaticano con los astronautas a bordo del transbordador Endeavour y la Estación Espacial Internacional… durante la conversación, Benedicto XVI les preguntó si mientras contemplan la Tierra desde arriba, orbitando sobre naciones y continentes, se cuestionaban cómo la ciencia podía contribuir a la causa de la paz en un mundo sacudido por la violencia… me llamó la atención que uno de ellos respondió que vista desde allá, desaparecían las fronteras que dividen a los hombres… al despedirse, otro de ellos dijo: “Todos tenemos la oportunidad cuando llega la noche de mirar hacia abajo… de mirar a la Tierra. Nuestro planeta, el planeta azul, es hermoso”.

La conversación fue mucho más larga e incluyó otros temas… pero esto me dejó pensando en cómo miraría la tierra Dios… por supuesto, lo primero que vino a mi mente es cómo Dios la estaría viendo desde el corazón y a través de los ojos de esos astronautas… sin lugar a dudas, que inspiraría pensamientos y sentimientos bellísimos en aquellos hombres… posiblemente suscitó una plegaria por la libertad y la igualdad entre los seres humanos… o, tal vez se le escapó una lágrima que uno de los astronautas creyó suya, pensando en el sufrimiento de los que son víctimas de la violencia… quizás hasta pronunció una bendición a través de sus labios que alcanzó un remoto y olvidado rincón del planeta…

¿Algunas vez has pensado cómo Dios nos mirará desde la infinitud del Universo? Te confieso que no puedo imaginarme cómo será eso… una mirada tal capaz de verlo todo con visión panorámica… pero a la vez capaz de ver el más mínimo detalle en el más recóndito rincón de la Galaxia… ¡lo qué darían los científicos por un telescopio así…!!!

Por otro lado, mirando a Jesús en el Santísimo… o debería decir, dejándome mirar por Él… pienso que la mirada de Dios es también cercana y personal… como la que dirigió a los discípulos cuando les llamó a seguirle… o como la que dirigió al joven rico que «fijando en él su mirada, le amó»… ¡cuánto gozo es experimentar ese amor íntimo que Dios derrama en el corazón de los hombres…!!!

Pero nos queda una mirada más… no sé si alguna vez te has preguntado cómo mirará Dios a su Creación… no desde la distancia del Universo o desde la cercanía del corazón humano… sino desde la eternidad… nosotros somos criaturas temporales… toda la Creación está sujeta al correr del tiempo… pero para Dios, el tiempo no existe… Dios es eterno… para Él no existe el ayer, el hoy o el mañana, sino que todo es un infinito presente… no sé a ti, pero yo encuentro esto fascinante… pues Dios nos mira con esa mirada íntima y cercana, que se desborda de amor por nosotros… y en su mirar, no sólo está viendo lo que somos ahora… sino lo que fuimos y lo que vamos a ser… el sólo pensar que Él pueda ver mis caídas e infidelidades, las que cometí y las que todavía ni siquiera he pensado realizar… y aún así, me ame con ese amor perfecto y total… me llena de vergüenza… y a la misma vez, me empuja a tratar de corresponder más y mejor a ese amor inmerecido con que Él ha querido amarme desde siempre…

Me despido dejándoles las hermosas palabras del salmista,

Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente; me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí; una ciencia tan admirable me sobrepasa: es tan alta que no puedo alcanzarla.

¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si me tiendo en el Abismo, estás presente. Si tomara las alas de la aurora y fuera a habitar en los confines del mar, también allí me llevaría tu mano y me sostendría tu derecha.

Si dijera: “¡Que me cubran las tinieblas y la luz sea como la noche a mi alrededor!”, las tinieblas no serían oscuras para ti y la noche sería clara como el día. Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre: te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable.

¡Qué maravillosas son tus obras! Tú conocías hasta el fondo de mi alma y nada de mi ser se te ocultaba, cuando yo era formado en lo secreto, cuando era tejido en lo profundo de la tierra. Tus ojos ya veían mis acciones, todas ellas estaban en tu Libro; mis días estaban escritos y señalados, antes que uno solo de ellos existiera.

¡Qué difíciles son para mí tus designios! ¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos! Si me pongo a contarlos, son más que la arena; y si terminara de hacerlo, aún entonces seguiría a tu lado.

Salmo 139 (138), 1-18

Comentarios

  1. Recuerdo que en una ocasión antes de pascua en mi parroquia se organizan confesiones colectivas en las que después rezamos juntos un padre nuestro mientras nos cogemos de la mano. Cerré los ojos y escuche aquel padrenuestro que sonaba como una única voluntad y voz. La de orar al padre como un solo ente y pensé “Padre debe ser así como tu nos oyes cuando lo hacemos bien, cuando somos una comunidad con un mismo objetivo”
    Por un minuto es como si hubiese sido capaz de ver el plan de Dios, como vino se me fue, pero recuerdo que sentí que nada importaba, ninguna falta por grave que fuera, tan grande era su amor por nosotros. Lo único que de verdad importaba es que nunca lo olvidásemos, que no lo perdamos de vista en nuestra vida cotidiana, que jamas nos separemos de él.
    Él, que nos concedió el divino libre albedrío para que evolucionásemos y no estuviésemos condicionados por su presencia, el sabia que erraríamos mas de una vez, mientras fuésemos humanos caeríamos. solo con su ayuda, como un padre amoroso que vigila a sus hijos sin agobiarlos, solo gracias a él nos volveremos a levantar. En su mirada solo somos niños que aprenden a convivir, basta mirar todos estos siglos para darse cuenta de que cuanto mas cambian las cosas mas continúan igual, o casi. Nuestro mundo es hoy mas moderno pero los errores son los mismos y el pacto de amor de Dios con nosotros es el mismo.

    JP

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