La mirada del Señor

Tony de Mello nos relata en su libro “El canto del pájaro”:

“Yo conversaba muchas veces con el Señor y le daba gracias y le cantaba sus alabanzas. Pero siempre tenía la incómoda sensación de que Él quería que lo mirara a los ojos. Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada, cuando sentía que Él me estaba mirando. No sé por qué tenía miedo de encontrarme con sus ojos. Pensaba que quizás me iba a reprochar algún pecado del que no me había arrepentido o me iba a exigir algo. Al fin, un día tuve el suficiente valor y lo miré. No había reproche en sus ojos, ni exigencias. Sus ojos me decían simplemente con una sonrisa: «Te amo». Me quedé mirándolo fijamente durante largo tiempo y allí seguía el mismo mensaje: «Te amo»… Fue tanta mi alegría que, como Pedro, salí fuera y lloré.”

Acércate ahora mismo al sagrario y míralo a los ojos y verás su mirada llena de amor, pues, como diría Juan Pablo II, la Eucaristía es una Presencia llena de amor. Ábrele tu corazón y deja que se caliente al sol de Jesús, ponte bajo sus alas divinas, déjate amar por Él y sentirás cómo te envuelve su luz, su alegría y su paz. Jesús te está mirando en este preciso momento, como si no tuviera que mirar a nadie más que a ti. Piénsalo bien, Jesús te está siempre mirando desde el sagrario. Y así lleva ya veinte siglos, derramando miradas de ternura y todavía no se ha cansado de mirar.

Quizás tengas miedo de mirar a Jesús en el momento de la elevación de la hostia y del cáliz en la Misa. ¿Por qué? Míralo, adóralo y dile con todo tu corazón: “Señor mío y Dios mío” o bien “Jesús, yo te amo”. Y encontrarás en su mirada mucho amor y mucha paz.

Una religiosa contemplativa me escribía: “Hace unos años vi los ojos de Jesús. Los vi en el fondo de mi alma. Era una mirada amorosa, dulce, cálida, elocuente, muy elocuente, pues me mostraba su Corazón inmenso infinito. Vi los ojos de mi Amado y fue tal la impresión que sentí, que no lo podré olvidar jamás. La mirada que dejó grabada en mi alma no podrá ser borrada y espero reconocerla en la patria tan deseada. Cuando esta mirada me envuelve de nuevo, me lleno de una infinita delicia. Es algo tan sublime que no puede ser explicado con palabras”.

Otra religiosa anciana me contó personalmente lo que le había sucedido, cuando era jovencita. Estaba de postulante y decidió marcharse a su casa. Pero la víspera de su salida del convento, tuvo un sueño: “Soñé que recogía mis cosas para el viaje, me vestía de seglar y caminaba por el claustro para ir a despedirme de la Comunidad. Entonces, vi a la M. Priora que caminaba delante de mí en compañía de un hombre. Al acercarme a ellos, el hombre se volvió y me miró. Era una mirada tan dulce y cariñosa, tan expresiva y amorosa, que nunca la olvidaré. Cada vez que recuerdo aquellos ojos divinos de Jesús, me pongo a llorar de emoción. Jesús no me dijo nada, pero yo lo entendí todo. Era como si me dijera: ¿y me dejas? ¿Ya no me quieres? ¿Dónde está aquel amor que me prometiste? Y aquí estoy hasta la muerte”.

Qué hermoso poder descubrir en los ojos de Jesús todo su amor por nosotros. Y, sobre todo, descubrir su amor en la celebración de la Eucaristía de cada día. Me manifestaba una religiosa muy enferma. “Un día estaba en la misa y, en el momento de la consagración, sentí mucho recogimiento y, como en un relámpago, vi a Jesús con mucha luz, más resplandeciente que el sol y me quedé anonadada sin poder articular palabra. Sólo lo amaba y sentía su amor. No sé cómo explicarlo, fue como en un relámpago y duró muy poco, pero se me quedó grabada dentro de mí esa mirada y sonrisa suya, como si me hubiese fundido totalmente con Él”.

Por eso, te digo que no tengas miedo. Acércate a Jesús, míralo a los ojos, no tengas miedo de su mirada. Si estás perdido y confundido, Él es tu camino. Si eres ignorante, Él es la Verdad. Si estás muerto por dentro, Él es la Vida. Él te iluminará, porque es la Luz de la vida. En el sagrario encontrarás el paraíso perdido que buscas. Entra en ese mundo fascinante de Jesús Eucaristía, donde encontrarás el amor infinito de tu Dios. Búscalo en el silencio, porque Él es amigo del silencio. Si estás a solas con Él, háblale de corazón, con confianza. Dile muchas veces: “Jesús, yo te amo. Yo confío en Ti”.


Padre Ángel Peña, O.A.R.
“Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera”

Comentarios

  1. En mi parroquia exponen al Santisimo todos los jueves, cuando tenia oportunidad de visitarlo lo hacia, hubo una epoca que no perdia jueves sin visitarlo… un jueves tuve un compromiso por la tarde, trate de desocuparme lo antes posible para alcanzar a verlo o saludarlo por lo menos antes de la celabracion de la misa… llegue corriendo al templo, aun estaba allí… vi, senti su mirada… era como si solo me esperara… como si me dijera con una sonrisa… *alcanzaste a llegar, te esperaba* fueron solo dos minutos cuando lo quitaron para inicar la celebracion.
    Definitivamente Él esta allí… esperandonos y esperandonos con los brazos abiertos y llenos de AMOR!!!
    Gracias por compartir.

    Miriam
  2. estoy en crecimiento espiritual,,espero me hagan el favor de hacerme llegar la página,,gracias,,saludos y bendiciones…

    gerardo torres

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