La Palabra de Dios, para vivir mejor

La Biblia es un libro abierto para todos. Es un libro donde se narra una historia de amor entre Dios y el hombre. Podríamos decir que es una carta de nuestro Padre Dios a sus hijos los hombres para que no equivoquen el camino en la dura batalla de la vida. Es una carta de amor donde nuestro papá Dios nos habla de su gran amor por nosotros hasta el punto de entregar a su propio Hijo Jesús a la muerte por salvarnos. Un amor incondicional que siempre nos espera, a pesar de todos los pecados que podamos cometer, siempre nos está esperando con los brazos abiertos.

La Palabra de Dios, para vivir mejor

“Dios es amor” (1 Jn 4, 8) y no puede dejar de amar. Ama a todos sin excepción, al justo como al pecador. Incluso a los condenados del infierno que también los creó con infinito amor. Si no los amara, no les daría la existencia y dejarían de existir. Y los ama tanto que es capaz de respetar su libertad eternamente y permitir, no sólo que no lo quieran amar, sino que hasta lo odien.

A lo largo de las páginas de la Biblia encontramos frecuentemente la idea del amor de Dios. “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito” (Jn 3, 16). No sólo ama a todos en conjunto. Nos ama a cada uno en particular. A cada uno nos conoce por nuestro nombre y apellidos. “Tiene contados hasta los cabellos de nuestra cabeza” (Lc 12, 7). Por eso, nos dice en particular a ti y a mí:

  • “Tú eres a mis ojos de gran precio, de gran estima y yo te amo” (Is 43, 4).
  • “Te he amado desde toda la eternidad” (Jer 31, 3).

Otra idea fundamental que aparece a lo largo de la Biblia es que nosotros debemos amar, que nuestra vida sólo tiene sentido en el amor a Dios y al prójimo. “De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas” (Mt 22, 40). Es decir, toda la Biblia está resumida en el gran mandamiento del amor a Dios y a los demás. Por eso, insiste tanto Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros” (Jn 15, 12-17). “El amor es la plenitud de la ley” (Rom 13, 10).

Hay que amar a todos, hacer siempre el bien, bendecir, ayudar, servir. Nunca hacer daño a nadie. Incluso, dice Jesús: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian” (Lc 6, 27-28).

Evidentemente, todo esto no es fácil, sobre todo amar a los enemigos. Pero Jesús ya nos ha dicho: “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Pero con Él podemos todo. Así lo dice san Pablo: “Todo lo puedo en Él que me fortalece” (Fil 4, 13).

Otra idea fundamental es la necesidad que tenemos de confiar en Dios. Dios es un Papá poderoso, nosotros somos pobres seres humanos, siervos inútiles. Él lo puede todo, nosotros no podemos nada. De ahí la necesidad de confiar en Él en los momentos difíciles de la vida: ante una enfermedad, la muerte de un ser querido, ante problemas humanamente insolubles, ante el sufrimiento de cada día… Él quiere que confiemos en Él aunque, a veces, se haga esperar. Pero la confianza en Él es la prueba esencial para demostrarle hasta dónde llega nuestro amor. Nos dice: “No tengas miedo, porque yo estoy contigo” (Is 41, 10; 43, 4). Es realmente asombroso para quien lee detenidamente la Palabra de Dios que las palabras “No tengas miedo” se repiten incesantemente. Dios quiere que actuemos como niños pequeñitos que se dejan llevar por su Padre Dios. Él sabe a dónde nos lleva. Él sabe lo que necesitamos y cuándo lo necesitamos. Él lo sabe todo y Él tiene su plan para nosotros. Dejémonos llevar sin miedo, sabiendo que Él siempre está a nuestro lado y nunca nos dejará solos.

Esta idea de su compañía permanente es muy frecuente. “Yo nunca te dejaré ni te abandonaré” (Jos 1, 5). “Yo te enseñaré el camino que debes seguir” (Sal 32, 8). “Aunque una madre se olvide de su hijo, yo nunca me olvidaré de ti. Te tengo grabado en la palma de mis manos” (Is 49, 15-16). “Yo estoy contigo y te bendeciré adondequiera que tú vayas y no te abandonaré hasta cumplir mis promesas” (Gen 28, 15).

Es realmente hermoso saber que tenemos un Papá que nos cuida con ternura. Sí, un papito. Así quiere que lo llamemos, así nos lo enseñó Jesús. Esta es una de las revelaciones más maravillosas que Jesús vino a enseñarnos. Fue algo desconocido hasta entonces, una verdadera revolución espiritual ¿Quién se hubiera atrevido en aquel tiempo a llamar a Dios con el nombre de abbá, nombre con que los niños hebreos llamaban a sus padres? Nadie, porque ni siquiera se atrevían a pronunciar el nombre de Dios para evitar faltarle al respeto. Pero Jesús nos enseñó que su Padre era nuestro padre y debíamos llamarlo con confianza, como los niños, y decirle papá.

Esta era una novedad tan grande que san Marcos, al hablar de la Pasión, pone la palabra hebrea abbá (papá) en vez de traducirla al griego en que escribe. Y Jesús, en los momentos difíciles de Getsemaní, dice: “Abbá (Papá), todo te es posible, aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Mc 14, 36).

San Pablo, siguiendo esta enseñanza de Jesús, también pone la misma palabra abbá sin traducirla: “Ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: Abbá, es decir, papá” (Rom 8, 15-17). “Y por ser hijos envió Dios a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que gritaba: Abbá, Papá” (Gal 4, 4-7).

¡Maravilloso en verdad! Es el camino de la infancia espiritual que nos enseñó la gran doctora de la Iglesia santa Teresita del niño Jesús. Es lo que ya Oseas nos da entender, cuando pone en boca de Dios: “Yo le enseñé a andar, lo levanté en mis brazos… Fui para ellos como quien alza una criatura contra su mejilla y me bajaba hasta ella para darle de comer” (Os 11, 3-4).

¡Sí, somos hijos de Dios! “Qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre que seamos llamados hijos de Dios y los seamos en realidad” (1 Jn 3, 1). Así que el Papá de Jesús es nuestro papá y podemos acudir con confianza a Él en todas nuestras necesidades, sabiendo que está pronto a escucharnos y ayudarnos.

Y para que su amor a nosotros sus hijos llegara a la plenitud, envió a su Hijo Jesús para hablarnos personalmente como un amigo cercano. ¿Quién podría tener miedo de un Dios hecho niño en Belén, de un Dios que jugaba con los niños y los abrazaba y los bendecía? ¿De un Dios que muere por amor y que por amor nos entrega a su propia madre como madre nuestra? Y para rematar la corona, Jesús se queda con nosotros en la Eucaristía para que podamos encontrarlo muy cerca siempre que lo necesitemos. Él nos lo prometió: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). ¿Podíamos esperar algo más? Pues nos envió al Espíritu Santo para que nos transformara en auténticos evangelizadores y así pudiéramos ayudarle en la gran tarea de la salvación del mundo. “El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre les enseñará todo y les recordará todo lo que les he dicho” (Jn 14, 26). “Y les guiará hacia la verdad completa” (Jn 16, 13).


Padre Ángel Peña, “La Palabra de Dios ilumina tu camino”, pag. 7-10

Comentarios

  1. HERMOSSISSIMO TEMA EL AMOR DEL PADRE .Y REALMENTE SI LO CONOCIERAMOS ,CONFIANDO PLENAMENTE EN EL ,NOS DARIAMOS CUENTA ,QUE TODO LO PODEMOS CON EL QUE NOS FORTALECE .Mmi Versiculo preferido ,y todo los que menciona son llenos de su Amor ,con tan solo escribiendolos ,en Tu Agenda ,Notitas en Lugares Visibles ,los reafirmaras ,y aplicaras en Tu Vida ,que Mi Testimonio de Vida es CUANDO YO SUPE DIOS ES AMOR Y SOY UNA HIJA MUY AMADA DEL PADRE .Creanmelo me ayudo en Sanacion ,de un Pasado .Tormentoso en cuanto a Depresion Etc. Y se me dieron. A Traves de TALLERES DE ORACION Y VIDA .Del Padre Ignacio Larrañaga .Q.E.P.D. Y DESDE ENTONCES VOY CONTRACORRIENTE SI CUESTA ,MAS CON DIOS TODO ES POSIBLE .GRACIAS .SALUDOS .

  2. Si estoy conforme con todo, lo que me esplicas en tú comentario yo leo todos los dias el evangelio y como soy mayor me cuesta recordar todo tal y como viene pero como lo leo diariamente me va quedado y ya se la malloria del evangelio de memoria y procuro cumplirlo a rajatabla para tener contento a Jesús. GRACIAS POR ACORDAROS DE MI GRACIAS Y CONTAR CON MIGO.
    Recibir un abrazo de José Cesar.-

    Jose Cesar

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