Porque ninguna cosa es imposible para Dios

¿Se puede dar a luz al Creador del Universo? ¿Se puede llevar en el vientre a Aquel que lo abarca todo? ¿Se puede ser hija y Madre al mismo tiempo? ¿Puede una criatura finita dar vida a un Ser infinito? ¿Puede Dios tener una Madre?

Podríamos plantear la interrogante de muchas maneras, al final la respuesta siempre es la misma… y se la dio el ángel a María durante la Anunciación: «porque ninguna cosa es imposible para Dios» (Lucas 1, 37).

El problema para entender el dogma de la maternidad divina no está en el dogma mismo, sino en pretender leerlo fuera del crisol católico… o peor aún, desde una perspectiva anticatólica, buscando en el dogma una razón para criticar a la Iglesia o acusarla de “divinizar” a María.

Cuando proclamamos que María es Madre de Dios no decimos que ella sea anterior o superior a Dios, sino que lo hacemos para reafirmar la divinidad de Jesús, su Hijo, en quien coexisten sus dos naturalezas unidas inseparablemente… Jesús es en todo momento Dios y Hombre. Y “en todo momento” incluye durante el parto. Por eso María es Madre de Dios. Tal vez está un poco más claro en la explicación que dimos en otra ocasión: María, la Theotókos.

Volvamos ahora a las palabras del ángel: «porque ninguna cosa es imposible para Dios». A Dios no le bastó que el ángel las pronunciara, sino que las puso en evidencia dos veces durante aquella conversación con María: cuando Jesús se encarnó en su vientre y cuando le dijo que Isabel, la estéril, estaba cerca de dar a luz.

«Porque ninguna cosa es imposible para Dios»… ¡Qué frase tan maravillosa para comenzar el año! Estas palabras nos abren las puertas de la fe y nos impulsan a creer en que, como en María, Dios puede transformar nuestra existencia para alcanzar los planes maravillosos que ÉL ha trazado para nosotros.

Pidámosle a María, Madre de Dios y madre nuestra, que nos acompañe con su fe durante este nuevo año que acaba de empezar… y comencemos con confianza absoluta, esperándolo TODO de ÉL.