¡Tanta vergüenza, Señor!

Al finalizar el Vía Crucis de anoche, Viernes Santo, en el Coliseo de Roma, donde fueron martirizados los primeros cristianos, el Papa Francisco dirigió una oración de desagravio y reparación por las ofensas de la humanidad a Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz.

Les compartimos el texto de la oración, no para leerla, sino para orarla uniéndonos a las palabras del Papa,

Oh Cristo, dejado solo y traicionado también por los tuyos.

Oh Cristo, juzgado por los pecadores y condenado por los jefes.

Oh Cristo, golpeado en tu carne, coronado de espinas, vestido de púrpura. Oh Cristo, atrozmente clavado.

Oh Cristo, atravesado por la lanza que ha partido tu Corazón.

Oh Cristo, muerto y sepultado, Tú que eres el Dios de la vida y de la existencia.

Oh Cristo, nuestro único Salvador, volvemos otra vez a Ti este año con los ojos bajados de vergüenza y con el corazón lleno de esperanza.

Qué vergüenza por todas las imágenes de devastación y de destrucción, de naufragios, que se han convertido en ordinarias para nosotros.

Vergüenza por la sangre inocente que cotidianamente se derrama de mujeres, de niños, de emigrantes, de personas perseguidas por el color de su piel, o por su pertenencia étnica, social o por su fe en Ti.

Vergüenza por las demasiadas veces que, como Judas y como Pedro, te hemos vendido y traicionado, y abandonado, para morir por nuestros pecados, escapando como cobardes de nuestras responsabilidades.

Vergüenza por nuestro silencio frente a la injusticia, por nuestras manos vagas para dar y ávidas para quitar y confiscar, por nuestra voz que defiende nuestros intereses y tímida para hablar de los intereses de los otros, por nuestros pies veloces sobre el camino del mal y paralizados sobre el del bien.

Vergüenza por todas las veces que nosotros, obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, hemos escandalizado y herido tu Cuerpo, la Iglesia, y hemos olvidado nuestro primer amor, nuestro primer entusiasmo, nuestra total disponibilidad, dejando arruinado nuestro corazón y nuestra vocación.

Tanta vergüenza, Señor… pero nuestro corazón también está nostálgico de la esperanza confiada en que Tú nos tratas no según nuestros méritos, sino según la abundancia de tu Misericordia; que nuestras traiciones no hacen venir a menos la inmensidad de tu amor; que tu Corazón materno y paterno no nos olvida por la dureza de nuestras vísceras.

La esperanza segura de que nuestros nombres están escritos en tu Corazón y que estamos colocados en la pupila de tus ojos.

La esperanza de que tu Cruz transforma nuestros corazones endurecidos en corazones de carne capaces de soñar, de perdonar y de amar; que transforma esta tenebrosa noche de tu Cruz en alba fulgurante de tu Resurrección.

La esperanza de que tu fidelidad no se basa en la nuestra.

La esperanza de que la lista de hombres y mujeres fieles a la Cruz continúa y continuará a vivir fiel como la levadura que dá sabor, y como la luz que abre nuevos horizontes en el cuerpo de nuestra humanidad herida.

La esperanza de que tu Iglesia buscará ser la voz que grita en el desierto de la humanidad para preparar el camino de tu regreso triunfal cuando vengas a juzgar a los vivos y a los muertos.

La esperanza de que el bien vencerá a pesar de su aparente fracaso.

Señor Jesús, Hijo de Dios, víctima inocente de nuestro rescate, delante de tu misterio de muerte y de gloria, ante tu patíbulo nos arrodillamos avergonzados y esperanzados, y te pedimos que nos laves en el lavatorio de la sangre y del agua que brotaron de tu Corazón abierto; perdona nuestros pecados y nuestras culpas.

Te pedimos que te acuerdes de nuestros hermanos arrancados por la violencia de la indiferencia y de la guerra.

Te pedimos romper las cadenas que nos tienen prisioneros en nuestro egoísmo, en nuestra ceguera voluntaria y en la vanidad de nuestros cálculos mundanos.

Oh Cristo, te pedimos que nos enseñes a no avergonzarnos jamás de tu Cruz, a no instrumentalizarla, sino que la honremos y la adoremos porque en ella tú nos has manifestado la monstruosidad de nuestros pecados, la grandeza de tu amor, la injusticia de nuestros juicios y la potencia de tu Misericordia.

Amén.

Comentarios

  1. DIOS LE BENDIGA SANTO PAPA FRANCISCO, ACTUAL EJEMPLO DE SAN FRANCISCO DE ASÍS.
    GRACIAS ROMUALDO, POR COMPARTIR LA ORACIÓN DEL SANTO PAPA FRANCISCO.

    Pedro Arsenio Lavarreda Anleu

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