El médico santo

En febrero del año 2007, empezó el proceso de beatificación del médico Jérôme Lejeune (1926-1994). Este profesional de la salud de convicción católica fue además un extraordinario científico e investigador. En 1959, a los 33 años, publicó su descubrimiento sobre las causas del síndrome de Down, la trisomía 21, esto lo convirtió en uno de los padres de la genética moderna. En 1962 fue designado como experto en genética humana en la Organización Mundial de la Salud (OMS), y en 1964 fue nombrado Director del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia. En el mismo año se crea para él la Facultad de Medicina de la Sorbona, la primera cátedra de Genética Fundamental. Se convierte así en candidato número uno para recibir el Premio Nobel de medicina.

Aplaudido y halagado por el “mundo científico” deja de serlo cuando en 1970 se opone tenazmente al proyecto de aborto eugenésico en su nación: “Matar un niño por nacer enfermo, es un asesinato y además abre las puertas a la liberalización total del crimen del aborto”. En esos meses participa en New York, en la sede de la ONU en una reunión en la que se trataba de justificar, ya entonces, la legalización del aborto para evitar las prácticas clandestinas de este mal. Fue en ese momento cuando refiriéndose a la Organización Mundial de la Salud, dijo: “He aquí una institución para la salud que se ha transformado en una institución para la muerte”. Esa misma tarde le escribe a su esposa y a su hija diciéndoles: “Hoy me he jugado mi Premio Nobel”.

La defensa de la vida humana basada en principios “científicos”, “racionalistas” y de “moral cristiana” le valieron la incomprensión y persecución por sus colegas. Sus ingresos económicos se vieron diezmados, ya que le fueron retirados todos los fondos para sus investigaciones de las cuales vivía. Continuó solo en sus estudios sosteniendo a su familia dando conferencias.

En 1992 comienza a petición del papa Juan Pablo II, la gestación de la Pontificia Academia para la Vida, la que fue creada el 11 de febrero de 1994. El 26 de febrero de ese mismo año el doctor Lejeune recibe en su lecho de muerte, el nombramiento de Presidente de la Academia para la Vida. Entrega su alma a Dios el Domingo de Pascua del mismo año (3 de abril).

Juan Pablo II, en carta al cardenal Lustinger, entonces arzobispo de París, con motivo de los funerales del profesor Jérôme, decía: “En su condición de científico y biólogo era un apasionado de la vida. Llegó a ser el más grande defensor de la vida, especialmente de la vida de los por nacer tan amenazada en la sociedad contemporánea, de modo que se puede pensar en que es una amenaza programada. Lejeune asumió plenamente la particular responsabilidad del científico, dispuesto a ser signo de contradicción, sin hacer caso a las presiones de la sociedad permisiva y al ostracismo del que era víctima”.


Esta sección sobre las verdades fundamentales que comprende la fe católica está basado en el libro “Verdades de la Fe Católica”, escrito por Guido Rojas, licenciado en Ciencias Religiosas de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. Agradecemos al Lcdo. Rojas por permitirnos la reproducción de su libro.

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